Nacido en 1852 en Reus, provincia de Tarragona, Antonio Gaudí estudió en Barcelona, en la recientemente creada Escuela de Arquitectura. Complementó los estudios con el trabajo como delineante de arquitectos e ingenieros y en talleres de artesanos. De esta etapa destaca su colaboración con Joan Martorell Montells, que se prolongó después de graduarse, en 1878. A través de esa cooperación se relacionó Gaudí con Eusebio Güell, figura prominente de la sociedad barcelonesa, de cuya confianza e identidad de ideas surgieron muchas de las imperecederas obras que hoy admiramos. Fue también en los comienzos de su carrera cuando comenzó a trabajar en la que se convertiría en la obra que iba a desarrollar durante toda su vida: el templo de la Sagrada Familia en Barcelona.

Los años de labor profesional de Gaudí como arquitecto se inscriben en las décadas en que se manifestó el denominado “modernismo catalán”, que fue la expresión  local  de una poderosa corriente  renovadora  en el arte  que circuló por Europa hacia el final del siglo XIX. Este movimiento que desafiaba las normas clásicas de composición y exploraba las posibilidades que ofrecían los nuevos materiales se manifestó con la fuerza de su espíritu libre y vanguardista. En el ámbito en que se desenvolvió Gaudí se le sumó una revisión local de la arquitectura gótica, al influjo de la recuperación de los valores culturales tradicionales.

Así, infinidad de detalles decorativos inspirados en aquel período de la arquitectura convivieron con las composiciones asimétricas, las sinuosidades, las volumetrías escultóricas, y más tarde con la arquitectura que combinaba éstas con los planos y las líneas rectas, en los sucesivos momentos que jalonaron esta corriente que comenzó alrededor de la década de 1870 y se extendió hasta bien entrado el siglo XX. La obra de Gaudí convivió con todas las fases del modernismo, recibiendo la influencia de cada una, pero superando ampliamente la vocación decorativa que fue una de las principales características de este movimiento artístico.

La labor de Gaudí a lo largo de casi medio siglo de ejercicio profesional abarcó mayoritariamente edificios residenciales y religiosos. Entre los primeros destacan, además de las obras para Güell, las casas Milà, Batlló, Calvet y Vicens. Las obras de carácter  religioso le ocuparon  desde sus tempranos años con diversos proyectos de altares y retablos, para madurar luego en edificios como el Colegio Teresiano de Barcelona, el palacio para el Obispo de Astorga, y el proyecto de misiones franciscanas en Tánger entre otros, hasta su culminación con la iglesia de la Colonia Güell, todo ello simultáneamente con las obras de la Sagrada Familia.

 

 

Reus  y Barcelona a finales del siglo XIX

 

No faltaron entre sus realizaciones las urbanizaciones y el paisajismo, como el Parque Güell, la Finca Güell y el jardín de Can Artigas, ni las restauraciones, tal el caso de la Catedral de Palma de Mallorca. También hubo lugar para las obras industriales, como la Cooperativa Mataronesa, la bodega de Garraf y la Colonia Güell. Un lugar destacado ocupan el diseño de mobiliario y la decoración. En su línea de inspiración en la naturaleza realizó tanto imitación de modelos naturales como mobiliario desarrollado ergonómicamente.

Aunque la mayor parte de su obra se halla en Barcelona y alrededores, existen importantes muestras en otras ciudades españolas, como León, Astorga, Comillas y Palma de Mallorca, y hubo también proyectos no realizados para el extranjero, entre los que destaca el de un hotel para Nueva York y las misiones de Tánger. Los últimos años de su vida los dedicó Gaudí a estudiar a fondo las complejas soluciones formales y estructurales del templo de la Sagrada Familia que dejó plasmadas en dibujos, fotografías y maquetas, forma natural de expresar sus concepciones.