La grave pandemia de Coronavirus que afecta al mundo entero en estos días nos recuerda que la configuración urbanística de Barcelona tiene mucho que ver con diversas epidemias de fiebre amarilla y cólera que se sucedieron en el siglo XIX. Estas enfermedades llegaban por vía marítima producto del impulso del comercio interoceánico en los albores de lo que hoy llamamos “globalización”.
Barcelona, como muchas otras ciudades, crecía encerrada por un cinturón de murallas. Como producto de ello la densificación aumentaba junto con los problemas de salubridad. En ese contexto se tomó la decisión de derribar los muros y urbanizar el terreno circundante para dar forma a un ensanche donde la nueva edificación pudiera gozar de ventilación y asoleamiento, además de los últimos avances en alcantarillado y saneamiento para prevenir futuras pestes.
Se encargó el trazado al ingeniero Ildefons Cerdà, creador del término «Urbanismo», quien optó por una cuadrícula con anchas calles que se cruzan formando los característicos chaflanes. Concibió las parcelas abiertas a frente y contrafrente ocupando dos caras de la manzana, y una baja densidad de población que garantizara condiciones de higiene y salubridad.
Pese a que la especulación inmobiliaria alteró esa idea, el trazado se mantuvo y constituye hoy con su damero apenas interrumpido por singularidades como las avenidas Diagonal y Meridiana una de las principales señas de identidad de la ciudad.
Gaudí tenía muy en consideración las ideas del higienismo. Ideó recursos para facilitar la iluminación natural y la ventilación de los locales que anticipan lo que hoy llamamos “sistemas pasivos” de acondicionamiento. Dejó expresado su pensamiento en su texto sobre la “Casa Solariega”: La buena orientación y la abundancia de aire y luz de que carecen generalmente las viviendas urbanas, se va a buscar en esta infinidad de torres (casas aisladas) que afortunadamente nosotros también comenzamos a tener por los alrededores, dándose el caso extraño de tener la mayor parte de familias dos torres, y todavía cosa más extraña, la que tiene más condiciones es la que se utiliza menos.
Otorga especial importancia a la orientación en función de las distintas actividades: Las amplias ventanas de los dormitorios miran al oriente, el despacho y la sala de familia al mediodía, el comedor de invierno y las salas de visita al poniente.Resume sus ideas en un párrafo final cuando dice que la casa tiene como uno de sus objetos: Hacer que en ella crezcan y se desarrollen seres fuertes y robustos.
En 1885, cuando se declaró una epidemia de cólera, Gaudí se retiró hasta que remitiera la enfermedad a la casa de su amigo Francesc Ullar Roca en Sant Feliu de Codines. Se afirma que allí proyectó una mesa de comedor para su anfitrión y además le asesoró sobre una fábrica textil, tema que Gaudí conocía muy bien por su colaboración con la Cooperativa Mataronesa. La fábrica en cuestión se construyó más tarde siguiendo otro proyecto. Por la amistad con Ullar y otros ciudadanos del pueblo, Gaudí proyectó años más tarde un estandarte para el Orfeón de Sant Feliu, que aún se conserva en el museo local.